A mediados del siglo XIX Barcelona inicia su recuperación económica como consecuencia de la Revolución Industrial.
Floreció entonces una nueva clase social, la burguesía, enriquecida a partir del desarrollo de la indústria, que quiso mostrar su prosperidad social y económica a través del arte.
Del mismo modo se impulsó la recuperación de la lengua, cultura e identidad catalanas.
Desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Barcelona empieza a ser el centro de una vanguardia cultural, preocupada por los nuevos avances científicos, técnicos y artísticos en cualquiera de sus manifestaciones.
La burguesía industrial construirá sus casas y lugares de ocio para mostrar su supremacía. Buena muestra de ello es el Gran Teatre del Liceu, el símbolo por excelencia de la riqueza y poder de los nuevos ricos.
El barrio del Raval y La Rambla se transforman, convirtiéndose en el paseo urbanizado que conocemos hoy en día, la ciudad entera empieza su cambio urbanístico.
La fortaleza militar de La Ciutadella se destruye para albergar un evento muy especial en la ciudad: la Exposición Universal de 1888, que dará a conocer la ciudad a Europa.
Aunque sin duda, la profunda transformación de Barcelona llegará con la destrucción de las antiguas murallas medievales en el 1854. Sólo cinco años más tarde se aprobará el plan urbanístico de Ildefons Cerdà, conocido como el Pla Cerdà.
El plan de ampliación de la ciudad supuso la creación del nuevo barrio del Eixample, donde encontrarás los edificios modernistas más emblemáticos de la ciudad.
El arte modernista se extenderá en todos los rincones de Barcelona, como en el Parc Güell, situado en el barrio de Gracia, o el Palau de la Música Catalana, en el barrio antiguo, pero fundamentalmente en este nuevo barrio, emblema de la modernidad.
Destaca una de sus calles principales, el Passeig de Gràcia, un auténtico museo modernista al aire libre, donde podrás admirar lujosas casas burguesas como La Pedrera o La Casa Batlló, obras del genial arquitecto catalán Antoni Gaudí, entre tantas otras; o la Rambla de Catalunya, una de las calles más bonitas de Barcelona.
El Modernismo será una explosión de color, de delicadeza y exhuberancia decorativa, de líneas ondulantes y sinuosas, y de recuperación de todas las artes aplicadas a una arquitectura original e innovadora: escultura, pintura, cerámica, vidrieras, hierro forjado...en busca de la obra de arte total que represente a sus mecenas burgueses y la recién recuperada identidad cultural catalana.